Eudave, Cecilia (2006). Registro de imposibles. Guadalajara: Plenilunio.

¿Qué tan rápido nos marca el compás el ritmo de la vida? ¿Lo suficiente para no dejarnos observar y leer entre las líneas de lo cotidiano? Este par de preguntas se han quedado como remolinos en mi mente desde que me asomé por primera vez a la narrativa de Cecilia Eudave. Aunque, yo pienso que ya se encontraban ahí, navegando por mis pensamientos. Y Cecilia, vino a evocarlas con sus relatos, con sus registros, aparentemente, de imposibles.

Lo insólito: ese es el mundo al que pertenece la narrativa de Eudave. La escritora se adentra con cada una de sus historias y profundiza en ese espacio que pasa desapercibido para la mayoría de los individuos, pero que no por eso deja de existir. Cecilia convierte lo insólito en un rompecabezas y les brinda las piezas a los lectores no sólo con el objetivo de que armen lo que está ocurriendo en el cuento, sino, también, creo yo, con el fin de que le den forma a todas esas cosas que pasan en la rutina diaria. Y que, por estar inmersos en el teatro de la vida, ignoramos. Esta falta de atención provoca que cuando estas situaciones se vuelven visibles, les demos el nombre de: insólitas o, cayendo un poco en la superstición: sobrenaturales.

Cecilia Eudave, logra, a mí parecer, detener el metrónomo de los días y permitirle al lector abrir los ojos a esta realidad superpuesta. Digo superpuesta, porque siempre he creído que caminamos en ambos ecosistemas: en el de lo insólito y en el que llamamos: “real”. Y somos nosotros los que decidimos a cuál regalarle un grado mayor de atención. Sumergirse en lo insólito, es sumergirse también en las emociones humanas, rasgo que, Eudave, consigue retratar a detalle en cada uno de sus personajes. A través de ellos, la autora, se da la licencia de guiar a los lectores hacia una introspección personal y social. Temáticas como el doble y las relaciones de pareja son recurrentes en sus letras. El insólito de Cecilia es, además, humorístico. Aspecto que se ha vuelto un distintivo en sus relatos. El humor de Eudave, para nada distrae o frena el suspenso en el que se ve abstraído el lector, por el contrario: lo complementa. Es esta combinación que consigue la escritora dentro del mundo de lo insólito, uno de los sellos que le permite destacar su voz dentro de la narrativa fantástica.

En Registro de imposibles, publicado en su primera edición, en el año 2000, por el Fondo Editorial Tierra Adentro y en su segunda edición, año 2006, por la editorial Plenilunio; nos topamos con: un hombre cuyo ojo izquierdo sufre de mal de amores; una mujer que se siente agobiada por una boca que habla en francés; un individuo inmerso en la monotonía de la vida; un piano, un hombre, y una maestra de partituras agridulces; una cazadora de algo más que fauna silvestre; una araña que no vino de España; un pintor que se aferra a la… ¿perfección?; una familia fotogénica; un aspirante a artista plástico y un modelo invisible; un hombre que adopta a un vagabundo; tatuajes que simbolizan mucho más que sólo trazos en la piel; la amistad peculiar entre una niña y un pez; una mamá y su cocina particular; y, con una casa que no se deja arreglar.

Leer a Cecilia y sus registros de imposibles, es navegar por una dimensión que a ratos creemos reconocer y a ratos no. Es dejar a un lado el escepticismo y darle entrada al: “¿será?” Es explorar tus emociones y en ocasiones evocar tu reflejo en los protagonistas que construyen las narraciones. Es volverse insólito, insólita. Cecilia Eudave, nos hace preguntarnos si ese mundo que materializa realmente es inusual, o si sólo es necesario detener por un momento el metrónomo de la vida para poder acceder a él.

 

(Alejandra Ángeles)