Cerda, Martha (2017). Reencuentros. Antología personal de microficciones y minificciones. Guadalajara: La zonámbula/ Universidad Autónoma Metropolitana. 

El microcuento es una metonimia. A propósito de un libro de Martha Cerda.

La metonimia es una figura retórica que consiste en designar una idea en relación con otra, con la cual guarda una relación de dependencia. Cuando se escribe un microcuento, hay siempre un referente previo, un conocimiento dado por la tradición. El microcuento es tan breve, que debe asociarse a una idea anterior, para economizar palabras. La palabra mujer, por ejemplo, tuvo por casi dos mil años una carga semántica asociada con el castigo, con el peso de la tradición que la asociaba a Eva, la primera fémina, quien quiso saber más de lo que le correspondía. La mujer, desde Eva, fue asignada al trabajo doméstico. Como Adán, ganaría su pan con el sudor de la frente a partir de la desobediencia.

La noción del trabajo asociada con el sudor de la frente es un conocimiento adquirido. El rol de la mujer en la sociedad estuvo destinado al intramuros por casi dos milenios. Es ella quien se encargaba del cuidado de la casa, de los alimentos, de la ropa, entre otros menesteres. Las ideas de sumisión, rol doméstico, castigo, pueden hacerse presentes en un microcuento de menos de tres renglones, en una composición breve, condensada, propositiva.

La escritora Martha Cerda es la autora del texto Mujer/es. Cito el material discursivo para un mejor seguimiento del análisis:

Mujer/es Dobló toda la ropa y se secó la frente y escribió su nombre en un espejo. Y mil años después lo descubrí al secarme la frente cuando doblaba ropa y me miré de pronto en el espejo.

El título es un juego de palabras. Es el plural de mujer, mujeres, pero también es una propuesta de definición: qué es la mujer. Ella es quien dobla la ropa, toda, en un esfuerzo que la hace producir sudor, por el esfuerzo. Su tarea, milenaria, siempre igual, es repetida por una nueva mujer, de quien no importa el nombre, sino el rol. El cuento se divide en dos partes: Una mujer que se esfuerza por doblar toda la ropa y al terminar escribe su nombre en el espejo, y luego, la aparición de una nueva dama que realiza la misma tarea, sin que importe el paso de los años. Es el mismo rol, impuesto o autoimpuesto. Un microcuento de esta naturaleza pertenece a la narrativa de denuncia social, o por lo menos, de autoconciencia del rol asignado a las mujeres desde tiempos ancestrales.

El siglo XXI ha privilegiado a los géneros breves de la literatura, debido a la rapidez con la cual se vive y a la intensidad de las emociones que se busca experimentar. Los textos suelen comenzar in media res en muchas ocasiones, y no se entretienen demasiado en explicaciones ni morosidades descriptivas, porque el lector puede distraerse con facilidad con otros satisfactores. La brevedad intencional genera historias rápidas, que pueden ser identificadas con diversos nombres: minicuento, microcuento, o bien minificción, microficción. La extensión puede ir desde un renglón hasta página y media en su versión original, se trata de una prosa narrativa concentrada en su intención y hasta en su silencio.

Vale la pena reflexionar en torno a los diversos nombres que han tomado estas expresiones escritas. Partamos del término ficción en primer término, refiriéndonos a todo aquello que no es verdadero, sino que surge de una fabricación mental. En el término ficción se incluyen los relatos y los cuentos. El relato es una narración cuyo término no incluye una peripecia, simplemente se cuenta, sin que exista un desenlace inesperado, como si lo exige el término cuento. Hay cuento cuando la historia presenta un desenlace inesperado, un giro insospechado.

En otro de sus microcuentos, Martha Cerda logra engañarnos como lectores hasta muy adentrada la historia:

Bestiario Cómo quisiera tener una pata de conejo, aunque ya nadie crea en la suerte, ni buena, ni mala. Los tréboles de cuatro hojas abundan en los jardines y nadie se fija en ellos; los gatos negros han optado por teñirse de güeros para no sentirse menospreciados. No he vuelto a ver a alguien que tire sal por encima de su hombro, cuando pasa por debajo de una escalera o cuando rompe un espejo. Todos se ríen de las gitanas, de las bolas de cristal y de los amuletos, menos yo. Me estremezco al mirar una pata de conejo colgando de algún llavero. ¿Por qué no una pata de gato o de mosca? Me pregunto mientras mastico mis zanahorias. Mi mamá me ve con la roja tristeza de sus ojos, que resalta más por la blancura de su pelo, y me lame el muñón de la que fuera mi pata, antes de que me la cortara la trampa del cazador.

De nuevo, el título del microcuento es revelador. El conejo es una bestia, y el cazador también. El anhelo de poseer una pata de conejo, idea con la que inicia el texto, nos hace imaginar a un ser humano…solo hasta que imaginamos al personaje que habla comiendo zanahorias, descubrimos que es el conejo mismo el que desea tener esa pata. El clima emocional sube con la aparición de la madre amorosa, quien consuela al conejo amputado. En este cuento, vemos las características de la ficción micro o mini sintetizadas de la siguiente manera:

-Economía del lenguaje: usa el mínimo de palabras para exponer un asunto, conocer la naturaleza propia de cada palabra y los entresijos de las frases, para lograr la representación exacta de cada una cuando es necesario puntualizar una expresión.

-Uso del recurso metaficcional: se utilizan las ficciones ya conocidas en la literatura para volver a darles significado desde una apuesta presente. Los relatos clásicos se modernizan al ser reescritos de otras maneras y con otros enfoques.

En Reencuentros, antología personal de microficciones y minificciones, Martha Cerda agrupa sus textos en dos grandes bloques: La condición humana y La condición femenina. Destacan, sin embargo, los cuentos dedicados a algún personaje de la familia, está la madre en “Descuidos del olvido”, “El elogio del padrastro”, varias ficciones dedicadas a la figura del padre, del tío, incluso al vecino, en “Inventario”. El personaje central es la mujer. Es ella quien se enfrenta a múltiples situaciones de la vida diaria y las resuelve con sabiduría o con humor. Martha Cerda se inclina por ambientes íntimos, propios de la cotidianeidad. En sus textos aparece lo fantástico y por ende lo ambiguo, sus ambientes son reconocibles, casi todos se desarrollan en espacios cerrados. El ambiente social mexicano es perfectamente reconocible.

Al lector le corresponderá identificar los rasgos de la fragmentariedad, la ironía, la parodia y la intertextualidad, artificios propios de la escritura de Martha Cerda en esta antología que describe las obsesiones temáticas de su carrera como narradora en los últimos treinta años de trabajo productivo. 

 

(Silvia Quezada)