Hernández Muñoz, Laura (2019). La visitante de los espejos. Guadalajara: Groope.

Las novelas líricas conocidas en México son las publicadas por los escritores de la revista Contemporáneos a finales de los años veinte del siglo pasado. En ellas, los narradores protagonistas fueron personajes masculinos, seres fragmentados que persiguieron a una mujer ideal, sin conseguir el encuentro feliz que ellos deseaban. Es así como surgieron textos como Dama de corazones de Xavier Villaurrutia, Novela como nube, de Gilberto Owen, y Margarita de Niebla de Jaime Torres Bodet. Otra de las piezas narrativas en las que se expone esta misma problemática es La Señorita Etcétera, de Manuel Maples Arce. La línea que cruza a todos estos títulos es la imposibilidad del amor. La explicación que ofrecen las historias es sencilla: las mujeres reales no corresponden a las imaginadas.

La característica de la novela lírica es la presentar un género literario en donde el autor y el narrador en primera persona se confunden, el grado de verosimilitud se logra cuando el lector encuentra que lo que ocurre con el personaje es muy similar a la vida real del escritor que firma el libro que se tiene entre las manos: la expresión de sus sentimientos es de tal modo verificable en la biografía del redactor, que los ojos delante de la página empatizan con los sentimientos, tanto del protagonista, como de la persona que escribió el libro. La novela lírica es por tanto un género híbrido, que trae a la página en forma poética, recuerdos, vivencias y emociones plásticas. La música, la pintura y la literatura logran un conjunto de plenitud extrema.

La mexicana Laura Hernández Muñoz presenta en 2019 una novela lírica muy recomendable: La visitante de los espejos. Su valía se encuentra en el acertado uso del símbolo, la dosis de sinceridad de la protagonista y el entramado de la vida que el personaje, una mujer de cincuenta años, realiza de modo introspectivo. La historia entrelaza una conciencia religiosa aprendida durante la convivencia colegial, un cúmulo de virtudes inculcadas en el seno familiar y una curiosidad intelectiva imposible de detenerse, al grado de cuestionar la educación sentimental recibida, la conducta apropiada ante los misterios bíblicos, la renuncia a los sueños individuales en pos de la libertad absoluta para imaginar, crear y olvidar la línea divisoria entre lo real y lo quimérico.

La protagonista de La visitante de los espejos mantiene una relación continua con la superficie pulida que le permite contemplarse desde niña, con una mirada que nos descubre la esmerada educación recibida, puesto que, al descubrir su desnudez de modo fortuito, se describe con un discurso de impecable elegancia: “Un sentimiento de vergüenza la impulsó a cubrir con sus manos la rejilla del pubis y los botones de sus pechos” (p.13). El espejo se convierte en la imagen de otra niña, quien la mira desde otra dimensión, en la cual la sinceridad es el elemento central de la vida. El espejo será el símbolo recurrente de cada una de sus etapas como mujer, en él se reflejará la adolescente, la mujer y la mujer madura, en los instantes precisos que marcan la vida social.

En Hermes en la encrucijada, libro de Luis Alberto Pérez Amezcua, leemos que el espejo, como muchos otros símbolos, “ofrecen posibilidades interpretativas que casi siempre conllevan a una revelación, un descubrimiento o al inicio de un proceso de conocimiento del narrador personaje […] ¿Quién soy yo? ¿Pueden los espejos decírmelo? ¿Puedo hallar en mi reflejo el reflejo de mi yo interior? (pp.86-87). Estas preguntas, en apariencia ingenuas, surgen de la tremenda soledad del personaje que, aunque se sabe rodeado de una familia se siente incomprendido. Ana no solo contempla una imagen idéntica a ella, sino que está convencida que cada vez que se mira al espejo, éste guarda una versión de ella, integrándose de esta manera una sucesiva repetición de Anas.

La reduplicación de las imágenes en el espejo logran una interesante teoría: cada vez que nos miramos al espejo este guarda esa versión de nosotros, de tal manera que el espejo conserva los diversos seres que hemos sido, en distinta edad, en distinto momento significativo: el de la primera conciencia al descubrirnos en la superficie lunada, el de la primera comunión, la primera raspadura, nuestra cara al descubrir al primer amor, el de la tristeza, el del enamoramiento, el día de un cumpleaños feliz o el de la boda. A esas apariencias lozanas habrá de sumarse el gesto de la primera cana descubierta y el del rictus por la primera arruga, la del cuerpo envejeciendo, la del desaliento cuando se observa que la juventud se ha perdido.

Es importante destacar que el centro temático de la novela no es la vanidad, sino la pérdida de los ideales, de los sueños que animaron la niñez y la adolescencia. No se trata de fijar el autorretrato del cuerpo, sino del espíritu. La lectura de La visitante de los espejos me conmovió. Hay una dosis de verdad en esa ficción, es un libro que muchos seres humanos tendríamos que leer, no solo para encontrarnos, sino para comprender el punto de vista de los otros. La protagonista, Ana, es el símbolo de la mujer nacida en la segunda mitad del siglo XX en los países latinoamericanos, tan arraigados en sus usos y costumbres a la religión. Las etapas de la vida de Ana son también las de las mujeres latinas, quienes ven en el transcurso de la juventud a la edad adulta la suma de todas las alienaciones.

La novela es un libro que me hizo reflexionar, al grado de suspender la lectura para mirarme en alguno de sus espejos. El final de la historia es congruente. No hay sorpresas en ese final de corte cinematográfico. Digamos que La visitante de los espejos es la historia de una mujer atada a los lazos blancos de su rol de género. Cada uno de sus apartados puede funcionar como una viñeta de las edades femeninas. El libro posee una voz madura para las letras, inteligente para los argumentos y valiente en cuanto al tono que se atreve a utilizar, con la estridencia que estas palabras finales quieren dedicarle a la crítica de una pieza narrativa de alta calidad literaria.

(Silvia Quezada)

Referencias:

 

Hernández Muñoz, Laura. La visitante de los espejos. Guadalajara: Groope, 2019.