Mario Z. Puglisi, escritor y poeta… Escribiendo los cambios de la vida en poesía

Existencias: ¿Cómo se da en ti ese nacimiento o llamamiento a las letras, como un estilo de vida?

Mario Z. Puglisi: Mi acercamiento a la poesía sucedió, como en muchos casos, durante la infancia. Crecí migrando constantemente de un estado a otro del país, cambiando de domicilio, de escuela, de caras conocidas; dejando atrás amigos, lugares para apropiarse y construir una identidad. A esa corta edad no sabía que los cambios tan frecuentes siembran una duradera sensación de inestabilidad, de temor a los apegos y de naufragio. Bajo esas circunstancias, los libros se volvieron mi patria; el único lugar al que acudir que siempre estaba allí a la espera. Más adelante aprendí que la condición de ser cambiante, también insistía en decirme algo que entonces no alcanzaba a escuchar. Después de todo, muchas veces los naufragios terminan por causar asombro. El secreto era mantener un eje para, así, poder soltarse como un péndulo; encontrar en el interior una constante que no cambie y permitir que lo demás fluctúe a su antojo. Fue la poesía el auxiliar auditivo que me ayudó a escuchar mejor ese mensaje, el dispositivo que me permitió percibir la luz que se escondía detrás del ir y venir de un cambio al otro; porque la poesía comparte esa misma naturaleza: en ella hay algo que constantemente cambia y que no se puede permitir no cambiar; y algo que es siempre consistente y que jamás varía. Los primeros versos que leí, hechos por manos y mentes como las de García Lorca, Huidobro, López Velarde o Alejandra Pizarnik, parecían tener la extraña facultad de encontrar líneas conductoras y unificadoras hasta en los objetos más apartados entre sí, en conceptos y cosas que semejaban no tener nunca el afán de coincidir, y con esas líneas descubiertas creaban nuevos términos que encajaban con precisión en la realidad que yo atravesaba y me esforzaba por comprender. Entonces la poesía cobró una importancia para mí que yo no sospechaba. Acceder a ella, a ese infinito juego de posibilidades en el que los significados no siempre son lo que acostumbran, fue perderle el temor a los cambios constantes; enseñarme a navegar sin una brújula apremiante; aprender a confiar, de allí en adelante, en el poder de los afectos; fue, por fin, estabilizarme.

            Cuando llegué, con mi madre y mis dos hermanos, a San Juan Cosalá, en la ribera de la laguna de Chapala, encontré un sitio que me arrebató y en donde deposité, casi inmediatamente, mi corazón. En ese momento supe que debía dedicarme a la vocación que me empujaba con fuerza desde adentro. La poesía ya no era para mí algo superfluo, un pasatiempo, un lujo innecesario que podría desaparecer de un día al otro: debía seguir confiando en los fascinantes cambios, las mutaciones, las metamorfosis y transposiciones de la palabra escrita habitada por la sensibilidad humana.  

Existencias: Todo ser humano está inmerso en una vorágine de cambios, de evolución, ¿cómo ha sido tu proceso en ese sentido?

Mario Z. Puglisi: En San Juan Cosalá comencé a dedicarme de lleno a la literatura y a la poesía. Los primeros años fueron los más difíciles, los años de mi formación autodidacta, de incontables lecturas y análisis, de contemplación, de acercamiento conmigo mismo y con el padecer de los otros; los años de aventurarme a los versos primerizos. Rendirse no era posible, tenía que seguir confiando. El primer poemario que publiqué fue una plaquette llamada Dos Triunfos y un Poema de Amor. Fue una edición muy simple, pero que contaba con todo el apoyo de un colectivo de artistas de la ribera de Chapala de aquel entonces. Dos años después, en Ediciones El Viaje, de Guadalajara apareció mi primer libro formal, titulado El Impulso de Tocarlo Todo. Tras esa edición tuve oportunidad de asistir a encuentros, festivales y ferias del libro, en donde me fui formando un panorama de la poesía viva que vamos escribiendo entre todos y que refleja los intereses y preocupaciones de los poetas activos. Un par de años después se editó el siguiente poemario en Pontevedra, España; después, el siguiente en los EE. UU. y, más adelante, en la Ciudad de México. En el 2008, junto con el narrador Arturo García, iniciamos el taller literario del Centro Cultural Axixic, en Ajijic, Jalisco, vigente hasta la actualidad. La experiencia, de principio desafiante, ha resultado vivificante en más de un sentido pues el contacto con tantas y tan diversas formas de entender un mismo fenómeno termina ocasionando que se aprenda más de lo que se enseña. Hoy tengo la fortuna de coordinar tres talleres de creación literaria.

            Aunque el tiempo ya transcurrió río abajo, la original condición de ser cambiante jamás desapareció. A ella se sumó la necesidad de comenzar a encontrar por mi cuenta esas nuevas interpretaciones que brillaban en los versos de los poetas que leía. Sobra decir que esa necesidad y esa cualidad de permutar siguen presentes y no cesarán. John Keats dijo que “un poeta es lo menos poético que existe, pues no tiene identidad, está continuamente sustituyendo algo y llenando otro cuerpo. El sol, la luna, el mar, los hombres y las mujeres, que son criaturas de impulso, son poéticas y tienen en ellas un atributo inmutable, pero el poeta no tiene ninguno, no tiene identidad”. También, con toda seguridad, el poeta no tiene nacionalidad y se aferra a no distinguir fronteras de ningún tipo y a tener fe por sobre todas las otras cosas que una persona pueda llegar a tener.

Existencias: ¿Tienes algún proceso creativo en el que te involucras, no sé qué tan riguroso, para llamar a puerta a tus creaciones?

Mario Z. Puglisi: Personalmente no identifico un proceso creativo que pueda describir. La poesía está en los inicios fundamentales del ser humano, hunde sus raíces en él y llega hasta lo más hondo. En ese sentido, no se constituye en algo que se pueda alcanzar mediante patrones fríos que no tomen en cuenta su temperamento cambiante. El trabajo debe de ser constante, pero no mecánico ni involuntario. Es el ir tras el horizonte que se aleja a la par de nuestros pasos; una búsqueda que requiere esfuerzo diario y agudo. El poeta, como refrendario de un contrato silencioso, ha emprendido el compromiso tomar en préstamo todo cuanto existe, llevarlo al resguardo de su dominio y devolverlo, no como era, sino como aparentemente no debería de ser, pero que ahora, imprevisiblemente, ES de formas renovadas, justas y equilibradas. Para lograrlo es necesaria la persistente confrontación entre fondos y formas, entre adentros y afueras, entre realidades externas e interpretaciones internas. En ese ejercicio de aritmético cálculo entre significados y significantes, es común que el poeta muchas veces parezca estar hablando solo o dar la impresión de haberse perdido en la abstracción de cosas en apariencia insignificantes. Dado que la poesía, por sobre todo, se vive, para mí no hay más proceso creativo que la vida misma.

Existencias: Para darme a entender, pongo este ejemplo como si fuera una ecuación matemática, tan simple que “Activista es igual a aquel que activa lo inactivo». En esa lógica, ¿te consideras “Activista”?

Mario Z. Puglisi: La poesía, dinámica y activa, vuelve al poeta en activista, aunque no siempre en el sentido más tradicional de la palabra. La intencionalidad despierta y voluntaria por descifrar los mecanismos de la poesía, su lectura atenta, su práctica y la entonación de sus ritmos, sensibilizan al poeta y lo mueven a dejar atrás la indiferencia ante tantas cosas que lastiman. Es comprensible, pues ¿cómo poder pretender cargar cada verso de una honestidad que se sienta si no se apuesta la conciencia misma? Pierre Reverdy lo expresa mejor cuando dice: “todos los hombres son en cierta medida, quizá sin darse cuenta, creadores de imágenes; pero es el poeta, precisamente, quien se da cuenta de esto y quiere expresarse por medio de la imagen. Es él quien decidió asumir la entera responsabilidad de la función, de ese misterioso mecanismo que transforma una cosa real en otra que no lo es, pero que, en el dominio propio del hombre, adquiere el mágico poder, infinitamente útil, de hacerle más digna de vivir la realidad”. La poesía es una actividad que intenta dejarles algo a los demás, innegablemente, por definición eso me hace activista; el que me considere o no como tal resulta inconsecuente; o, de hecho, trivial, cuando lo único seguro es el constante cambio.

Existencias: ¿Qué planes vienen en la inmediatez y los subsecuentes planes?

Mario Z. Puglisi: Continuar escribiendo. Seguir participando y compartiendo en los talleres literarios que construyen y que me enriquecen. Persistir con la exploración, con el trabajo diario, con el compromiso hasta donde pueda. Proseguir con el llamado de la poesía porque es intenso. Aquello que no podía escuchar durante la infancia, ahora resuena, ensordecedor, y es imposible de ignorar. Y, sobre todo, insistir, sin ningún temor, en la certidumbre que cimientan los múltiples cambios y las valiosas constantes; con invulnerable fe en los otros, en lo otro y en las infinitas posibilidades… y seguir leyendo, seguir leyendo porque aún falta mucho por comprender.

(André Michel)