Dante Alejandro Velázquez, el arquitecto de las palabras

Existencias: ¿Cómo es que Dante Alejandro, siendo arquitecto, se adentra en la literatura? ¿Qué fue primero, “el huevo o la gallina”?

Dante Alejandro: Buen día, André y lectores de Escritores en Jalisco. Debo confesar que siempre me gustaron igual la literatura y la arquitectura, no sé si para bien o para mal, pues esa doble relación me sigue provocando tambaleos, ya que sigo en búsqueda de empatar ese doble amor. Sin embargo, en algún momento me decidí por estudiar arquitectura y seguir las letras como una actividad complementaria, entrando a talleres literarios y diplomados para prepararme.

Desde mi infancia tuve contacto con los libros. Me considero un buen lector, pues en la casa, además de las tiras cómicas, novelitas y cuentitos infantiles, solía hojear o leer los libros que tenía mi papá en su biblioteca. Fue en la adolescencia cuando comencé a escribir, pues aunque leía fabulosos autores, historias y poesía, consideraba que ahora correspondía a mi tiempo y a mi contexto también aparecer en los libros. Mi generación no podía quedar sepultada con el tiempo, necesitaba ser verbalizada. Pensé que yo podía contribuir un poco para ello. Comencé a hacer poesía amorosa y a la ciudad, muy cursi y con serios problemas, que luego fui sanando gracias a mis primeros maestros de taller, el doctor Sergio López Mena (en Lagos de Moreno) y Ricardo Esquer (en Aguascalientes). Gracias a esos talleres me involucré luego en la edición de revistas y hojas literarias, conocí a otros escritores y de ahí pal´ real.

Existencias: ¿Hay evolución? ¿Cuál fue el primer libro? ¿Cómo es el libro actual y el libro próximo?

Dante Alejandro: Es posible que haya una evolución, aunque no pretendo ser yo quien lo diga. Hay, eso sí, una búsqueda permanente por hacer las cosas mejor y superarme en cada proyecto nuevo. Te comento: mi primer libro tardó en aparecer, pues antes me dediqué a editar revistas (Tinta nueva, Cuadernos del Tlacuache, Baluarte, La araña patona) y a escribir libretos de teatro que ponían en escena mis amigos teatreros de Lagos, allá en la década de los noventa. No tengo la mayoría de ellos, pues unos gentiles ladrones visitaron una noche la casa de Chapala y se los llevaron junto con todo lo que encontraron a su paso. Espero que al menos les haya gustado alguna de las farsas que se llevaron.

Vuelvo a mi primer libro, Púrpura, apareció hasta el 2005, gracias a la generosidad de Ediciones El Quijote, de Hugo René Ruiz Esparza. Como ya tenía bastante material, fue un proceso de selección y limpieza cuyo resultado me gustó porque algunos poemas aún suenan vigentes. ¿Has notado que en la literatura hay textos que envejecen, pierden vigencia o interés de los lectores? Algunos se debilitan incluso antes de publicarse y uno debe decirles “lo siento, tendré que reconstruirte o, de plano, eliminarte querido poema, amado cuento”. En el caso de Púrpura, siento que la mayoría de los poemas aún reverdecen, habrá que preguntar a los lectores.

Luego vinieron otros libros, ya radicando en Guadalajara, tanto de poesía como de narrativa, donde además me integré como colaborador de Berónica Palacios (mi compañera de viaje y también escritora) tanto en la revista como en la editorial Papalotzi. Juntos hemos trabajado diferentes proyectos personales y colectivos, los cuales continúan ahora que radicamos en Chapala.

Mi libro más reciente, Suburbio acá, también es de poesía. Apareció este año y es una búsqueda por reconciliar en mi vida la poesía con la arquitectura. Me preocupa el tema de los suburbios en las grandes ciudades, la atomización del suelo urbano y las condiciones indignas en que se oferta la vivienda de altas densidad en los “nuevos desarrollos”. De eso trata el libro, además de homenajear a algunos arquitectos que admiro.

Aún no sé cuál será el próximo libro, tengo varias opciones en obra. El próximo año cumplimos mi esposa y yo cincuenta años de edad cada uno. Pensamos publicar uno conmemorativo y hacer alguna fiestecilla en Chapala, en Lagos de Moreno y quizá en Guadalajara. No siempre se cumplen cincuenta, así que ya iniciamos con este proyecto conmemorativo y retrospectivo a la vez.

Existencias: ¿Cuál es tu proceso creativo? ¿de qué te vales para escribir?

Dante Alejandro: Aunque en algunas cosas soy metódico, para escribir soy un desastre, no tengo orden, horario ni fórmulas mágicas; mucho menos rituales, por eso me alejo de las iglesias. Me gusta la madrugada, cuando la mente viene despejada del sueño y no hay quien perturbe el trabajo creativo. Nada mejor que levantarse a eso de las cuatro para escribir. Anteriormente usaba más el cuaderno, pero con los años me voy casi directamente a la computadora, ya sea para redactar de primera intención, para corregir o para editar. El celular lo uso también, pero eventualmente.

Existencias: ¿Te consideras activista? Y me explico, para mí un activista, activa lo inactivo. ¿Lo eres?

Dante Alejandro: Me gusta activar la creatividad, pero no me pondría el adjetivo “activista”; también me agrada participar en actividades literarias públicas, pero no me empeño en aparecer con frecuencia. A los veinticinco años, como todo joven que surge en la literatura, era “ajonjolí de todos los moles”, pues andaba en cada lectura, en toda presentación de libro, y en cuanto foro cupiera. Ahora prefiero producir desde la intimidad de mi casa. Tampoco me he considerado nunca un gestor cultural. Para eso hay gente mejor preparada y con verdadera vocación, entre la que puedo contar a entrañables amigos y amigas.

Existencias: ¿Cuáles son tus planes a corto y mediano plazo?

Dante Alejandro: Como te decía, tengo un par de libros en proceso, pero hay que esperar a que cuajen primero. Otra cosa, cuando escribí la biografía sobre el poeta decimonónico Ruperto J. Aldana me gustó la experiencia, así que es posible aproximarme a otro personaje, ya sea de la literatura o de la arquitectura. También seguimos con la revista Papalotzi, la editorial y algunas actividades en el Consejo de la Crónica de Lagos de Moreno. Proyectos no faltan, esperemos que vida tampoco.

 

(André Michel)