Adalberto Gutiérrez, el promotor de la literatura romántica

Existencias: ¿Cómo fue el nacimiento, el inicio en la literatura para ti, oriundo de un lugar no citadino?

Adalberto Gutiérrez: Fue difícil para mí iniciarme en el mundo de las letras, como en muchos sucede, pues en mi época no era fácil acceder a libros en el pueblo donde nací, Cuquío, Jalisco, pasé allí mi niñez, adolescencia y parte de mi juventud, pues no había en el lugar quien poseyera libros, que tampoco hablara de ellos, mucho menos de literatura. Mi inicio como lector fue el mundo de los cuentos, que ahora les llaman “comics”, o historietas, según sus impresores. Esas revistas fueron las que me iniciaron a ese mundo de fantasías y aventuras, de héroes y villanos, y de otros tantos temas. Entre ellos estaban “Los Supersabios”, “Rolando el Rabioso”, que después me di cuenta que era una reminiscencia de “Orlando Furioso”, pero que nos hacía soñar; tanto como las aventuras del luchador “El Santo”, y “Vidas Ejemplares”, que abordaba historia de los santos católicos, así como de las novelas románticas, por ejemplo aquellas novelas “gruesas” que presentaban temas de corte romántico torrenciales. Lo mismo sucedía con la revista de la “Doctora Corazón”, que después hacer un argumento con la problemática particular que muchos de sus lectores le confiaban, las hacía historias y las presentaba en dicha revista, y enseguida, a través de la silueta oscura de una mujer, que simulaba ser la Doctora Corazón, que basada en el mismo argumento, ofrecía consejos al lector-paciente, por decirlo así, en el cómo solucionar sus problemas. Para muchos era la psicóloga de esos tiempos, respondiéndole con temas dramáticos o fuertes de contenido para nuestra edad y nivel cultural de esta época y clase social pueblerina, así como para nuestras creencias católicas, tan así, que algunos curas las prohibían. Claro que no era prohibición como la de La Santa Inquisición, sólo era de boca, porque circulaban de todos modos libremente, dando oportunidad a que las leyéramos. Los maestros también satanizaban esas revistas, y de éstos hubo a quien se las rompieran a algunos alumnos que se atrevían a llevarlas al salón de clases. Recuerdo como una maestra de literatura a nivel secundaria de Ixtlahuacán del Río, no las aceptaba y con desdén las denominaba “literatura barata”. Y no se diga de Yolanda Vargas Dulché. Pero no obstante todos esos impedimentos, de todos modos las leíamos, independientemente de credo, clase social, etc., por suerte para muchos, creo yo.

Existencias: ¿Cómo ha sido esa evolución, desde ese nacimiento del gusto por leer, por textos simples, por llamarle de alguna manera, hasta el leer textos más “trabajados”, de autores ya conocidos y reconocidos?

Adalberto Gutiérrez: Los Libros de Texto Gratuitos que nos daban en la escuela, en cuya portada aparecía una mujer indígena representando la Patria, fueron los que me dieron una pauta para adquirir el conocimiento de lo que en sí era una literatura más formal, muy distinta a las que nos ofrecían los comics. Ahí venían poemas de José Martí, García Lorca, Gabriela Mistral, Rubén Darío, y muchos otros que por ahora no recuerdo, tanto así como de las poesías patrióticas que allí insertaban, donde capté de la belleza de la literatura formal. Creo que de ahí surgieron mis primeras influencias literarias, pues recuerdo que para un 24 de febrero nos pusieron a escribir un poema, o más bien composición como los maestros les llamaban, que no exigían fuera en prosa o en verso, sino en lo que en ellas se expusiera era lo importante, que movido yo, por esos poemas que había leído en los citados libros de texto, fue cuando escribí una dedicada a la bandera, que luego me pusieron a leerla el día 24 de febrero, en el homenaje a la Bandera, en el

patio de la escuela ante los alumnos de toda la escuela. Después, en sexto año, la directora, que era una mujer muy culta, creo la única que leía en el pueblo, me llegó a prestar libros de autores selectos y de los clásicos; algunos títulos y autores no los recuerdo, pero otros sí. Ahí fue cuando comencé a escribir mis primeros poemas con clara influencia de Machado, García Lorca, Gutierre de Cetina, Juan Ramón Jiménez, Juan de Dios Peza, y de otros muchos que sería largo enumerar; por cierto que Platero y yo fue el primer libro que me fascinó, quizá porque yo estaba muy embebido de la vida pueblerina, o más bien, hablando cultamente, de la vida bucólica. Por cierto, algunos de esos poemas escritos en mi adolescencia, no hace mucho, junto con los demás poemas escritos posteriormente, los publiqué a la manera de mi obra poética completa en los muy de moda “libros cartoneros”. Claro, muchos poetas temen el publicar sus trabajos de adolescencia, porque se “queman” siendo ya autores de garra; que bueno, pero para mí tienen mucho valor, porque son nacidos del alma, de una forma casi espontánea, y no de una actitud cerebral ya modificaba por la intelectualidad que prevalece en mucha de la poesía. En lo particular no me interesa proponer algo novedoso, ni lograr técnicas sorprendentes por no poseer capacidad para ello, sino lo único que me interesa, que mi obra guste al público. Tampoco quiero que mis escritos, una vez que se lean, se guarde en el estante, y jamás se vuelva a abrir el libro, y duerma allí el sueño de los buenos libros, –por decirlos así, que el libro se convierte en una cárcel para el poema– por muy buenos que sean los poemas; sino yo quisiera que los míos sean leídos siempre y con gusto. Por eso me animé a publicarla, no obstante pueda obtener por ello críticas aciagas, que es lo más seguro. Debo mencionar que quienes me motivaron a publicarlos fueron algunos meseros de ciertos cafés a los que asistía a escribir, que después de leerlos, me decían: “Están chidos, ¿Los va a publicar? Publíquelos, yo le compro un libro”. En mi vida había pensado publicarlos, pues siempre he dicho, y lo sigo diciendo, “Yo no soy poeta, más bien soy narrador”. Pero esa actitud de ellos me puso a pensar: “Estos muchachos no tienen preparación artística, pero tienen sensibilidad”, y eso para mí es lo importante, por lo que me animé a publicarlos, no sin obtener en desdén de ciertos jerarcas del mundo poético local.

Existencias: El proceso creativo, ¿cómo se gesta en ti? ¿Provocas éste o nace por sí mismo? ¿Qué es más importante para ti, la “forma” o el “contenido” y en última instancia, “el lector” o la “trascendencia”?

Adalberto Gutiérrez: Por supuesto que cuando ingresé a la preparatoria, que tuve la suerte de tener buenos maestros en esta disciplina; asimismo, comencé a asistir a talleres literarios, de teatro, ir a conferencias, lecturas de poesía, y otros eventos artísticos y culturales, que me hicieron darme cuenta de la importancia de las innovaciones en estos campos, que desde luego, influenciado por esa forma de pensar, traté de adoptar otro estilo que fuera más aceptado y más de actualidad, que aunque yo no entendía muy bien lo que eso significaba, me esforzaba por hacer obra buena, que impactara por la novedad de estilo y de propuestas, mas no llegué más allá de ser un simple copista de estilo, que de inmediato captaban mis influencias, que por mi ignorancia de entonces, creía era lo correcto y me ufanaba de ello, pues el estar influenciado por fulano y zutano ¡que gran orgullo para mí!, aunque debo aclarar, que esto también era una costumbre por casi la generalidad de escritores. Después me di cuenta de la imposibilidad de llegar de mi parte a esos niveles, dado que mi talento no es tan brillante en estos planos, lo que me obligó desde entonces, a que nada más con pluma y papel, y con mi escaso bagaje cultural, escribir todo lo que observaba a mi alrededor y en mis experiencias cotidianas, lo que me dio la oportunidad de que, en vez de esos rebuscamientos “quebracerebros” les llegué a

mis lectores con una literatura llana y sencilla, por lo demás, considero, agradable, convencido de que a lo mejor, con esa forma franca y natural, puedo realizar cosas maravillosas; que de no ser así, por lo menos entretener al lector. Debido a mi escasa capacidad creativa e innovadora, no puedo alternar, mucho menos competir con esa gran cantidad de gigantes del arte y la cultura. Mis esquemas mentales no alcanzan para tanto, por lo que mejor me dedico a escribir tratando solamente de agradar al lector; persuadido de que si mi obra trasciende, que bueno, que si no, pues también que bueno. El tiempo lo dirá todo, creo es el mejor juez en estos ámbitos culturales. Para mí lo importante es llegarle al gusto popular, con temas del medio en que me desarrollo, que si es desde el ámbito limitado de una oficina, una ciudad, pueblo o ranchería, que dotado de creatividad, se pueden hacer grandes obras, por supuesto nunca como aquellos que viajan mucho y logran cosas maravillosas. Mas hay que tomar en cuenta que los viajes aportan cultura, afinan los sentidos, fomentan la sensibilidad, acrecientan la capacidad de discernir, mas no originan el ser creativo. Los que no tenemos esa actitud o medios para viajar, debemos conformarnos con desarrollar nuestra imaginación y creatividad, que también así se logran grandes cosas. Esto no lo digo en plan conformista, sino realista. Claro que como todos los seres creativos, sí pretendo ganarme premios y distinciones, y por qué no de importancia. Claro que se vale soñar, aunque es muy necesario estar con los pies en la tierra, para no llegar a la desilusión, que desde luego, es lo más probable que suceda en uno por la mafia y politiquería que prevalece esos menesteres. Yo de un premio u homenaje, prefiero a que mi obra se dé a conocer, que el público no sólo la conozca, sino la disfrute, porque de qué sirven unos aplausos que siempre son efímeros, o el consabido diploma de reconocimientos, en vez de que la obra artística sea promovida y reconocida como tal.

Existencias: Hay un juego de palabras, que sin ser acepción de diccionario, creo enmarca una idea trascendental: “activista es aquel que activa algo inactivo”. Con esta explicación no pedida, ¿te consideras “activista”?

Adalberto Gutiérrez: Creo que todo artista es, de una u otra forma, activista, pues por medio de sus obras trata de fomentar la conciencia en el hombre, en los niveles sociales, estéticos, religiosos, ideológicos, y todos los demás de carácter humano. Trata siempre de dar a conocer su forma de pensar y sus intenciones. En este caso creo que la literatura, aparte de su finalidad estética, sirve también para crear conciencia, promoviendo valores, en defensa de algún síntoma de injusticia social o política en una comunidad o en un sujeto en lo individual. Tomando en cuenta eso, yo considero que, de una u otra forma, personalmente, he sido activista en mis escritos, generalmente en el campo artístico, ya que desde adolescente, quizá, con una posición idealista, he trabajado en promover en la ciudadanía los valores culturales, artísticos, políticos, aunque en pequeño niveles. He incursionado en todas esas áreas. Por tal, estoy convencido de que mi obra promueve valores de todo tipo, aunque esto no sea muy bien visto por algunos jerarcas de la literatura que opinan lo contrario. Yo creo que el escritor debe ser sincero consigo mismo, y por ende con su obra. Las máscaras intelectuales nunca son buenas, tampoco las posturas forzadas a fin de lograr ciertas posiciones o ciertos reconocimientos.

(André Michel)