Contreras Álvarez, Raúl (2017). El asesino del péndulo. México: Grafisma Editores.

La novela detectivesca cuenta con una larga tradición, la cual se suscribe a reglas bastante claras para el género, sobre todo en lo que respecta a los personajes, los cuales resultan arquetípicos hasta cierto punto. Entre dichos tipos se encuentran la figura del detective, el némesis y una serie de personajes secundarios los cuales proveen un tinte pintoresco. Habrá que recordar como ejemplo canónico Los asesinatos de la calle Morgue, incluso el clásico Sherlock Holmes. El eje que articula los antes mencionados es la figura del detective, pues representa un cúmulo de valores deseables en la época en que fueron escritos.

Por lo anterior es necesario señalar a El asesino del péndulo como una obra de particular construcción por dos aspectos esenciales. Por un lado dialoga con la tradición del género negro, y al mismo tiempo se inscribe en un marco referencial bastante específico, incrustando la figura del detective Sabino Scalar dentro de la Guadalajara de la segunda mitad del siglo XX. 

A partir de dicho personaje se construye un binarismo que dista mucho de ser simple. Ya que a la figura del detective Sabino se añade la del personaje llamado Memelas, criminal que conserva una relación paradigmática con Scalar. Esta relación se establece por una amistad que va más allá de los bandos. En El asesino del péndulo las líneas entre lo bueno y lo malo son difusas. Los personajes se construyen a partir de una sólida base moral que les permite desplazarse en cualquier ámbito, ya sea el oficial o del crimen organizado.

Un aspecto que hace destacar esta novela dentro del género, es la yuxtaposición de los espacios. Se pueden distinguir dos principales: Guadalajara y París. Ambos extremos sostienen la narrativa de la vida del detective Sabino Scalar, ya que su exitoso perfil como investigador resulta de capital importancia en la Prefectura de París. En el lado de Guadalajara Scalar se desplaza por la calles, ya sea en coche o a pie, con destreza, como aquellos gatos que saben aterrizar exactamente al borde de una cornisa.

Guadalajara es presentada como una ciudad profundamente íntima. A pesar del tráfico, los disparos de armas y las persecuciones furiosas rumbo a Tonalá, se descubre una ciudad profunda. Aquella donde la comida forma parte de la identidad de sus habitantes y los monumentos, como la Plaza de la Liberación, fungen como puntos neurálgicos de lo cotidiano. De esta manera los personajes y su escenario se funden en una representación única. 

Del otro lado tenemos París, la ciudad luz es habitada por Scalar durante un tiempo, en el cual conlleva sus actividades detectivescas con suma destreza. Ya que la novela recurre a las persecuciones, el juego del perseguido y el perseguidor.  El asesino del péndulo pone en jaque tanto a la ciudad, como al status quo de sus dirigentes. Por lo que Scalar, diligente pero discreto, se encarga de la investigación. Aunado a ello el manejo del lenguaje criminalístico funge como una característica destacable de la novela, pues acerca al lector a un discurso nuevo.

Como conclusión se puede decir que El asesino del péndulo se compone por elementos diversos e inesperados, los cuales confluyen de manera tan certera, que infunde nuevos aires en el género negro. 

 

(Bernardo de León)