Camacho Salas, Cristian Eduardo (2020). Cien vidas contigo. Guadalajara: Mandrágora Ediciones.

El tema amoroso se encuentra presente en la poesía universal de manera sustantiva. Es el sentimiento que despierta mayores emociones por el papel fundamental que juega en la vida del ser humano. Tras el enamoramiento, los hechos cotidianos cobran una representación distinta, se embellecen, saben mejor, se respiran distintos. La pérdida del amor trasciende a los objetos cotidianos: se vuelven grises y desencantados, como el estremecimiento de quien los mira.

Escribir poemas destinados a enaltecer los ojos de quien se ama, los labios de quien se besa, es un acto reiterado y sempiterno. La experiencia del lector entra en juego cuando se nombra la piel del otro, de quien está, o del que se ha marchado. Cada uno lee su propia historia y no deja de maravillarse cuando los versos plasmados en el papel son jugosa tradición de lo vivido. Más de un verso toca fibras en un poemario que cuenta una relación amorosa perdida.

Cien vidas contigo, de Cristian Eduardo Camacho Salas se lee despacio, porque el tono rítmico de la canción aparece. Un acorde surge cuando menos lo esperamos, y la sensación de que estamos leyendo una pieza musical deja asomar la partitura. El libro está organizado en tres actos, a modo de una representación teatral: ¿es el amor un acto dramático cercano a la tragedia? En este poemario hay escenas de ternura, de entrega, de suma reflexiva en torno a lo que el otro despierta en nosotros.

El autor viaja sin pasaporte por el cuerpo de ella y con finura, muestra la alcoba del sexo para decorarla con delicadeza versal. Hay versos que definen el significado del ser amado en la relación: “eres mi cuento favorito antes de dormir…” (23) y poemas completos donde el desamor se aposenta con crueldad solitaria, como “Antes de dormir”, quizá la mejor composición de Cien vidas contigo. Hay cantidad de lecturas como lectores, cada uno elegirá el poema-espejo en que pueda mirarse.

El apartado que cierra el libro le apuesta a la comunicación de quien ha comprado el libro y está a punto de cerrar sus páginas. La sinceridad y la franqueza de la voz lírica es tal, que el lector se siente frente al autor, en una puesta en abismo donde la verosimilitud narrativa cobra vida. Este recurso de dirigirse al quien está detrás de las páginas es una herramienta efectiva para aniquilar los tiempos del autor, del libro y del lector, triángulo virtuoso que la literatura ofrece.

En la contraportada del libro se declara que el poeta expone un corazón herido, palpitación que resuena cada vez que una nueva persona abre el poemario para adentrarse en esa pasión de dos amantes momentáneos.

 

(Silvia Quezada)